Vals 
por Horacio Javier Romero



         Es final de una tarde tranquila y apacible, en la escucho sentado el trinar de los pájaros que vuelven al nido, estos alegres sonidos me estimulan, mientras observo al aire juguetear  con las formas de los cirros y estratos teñidos de encendido naranja, que decolora suavemente hacia el blanco a lo lejos, sobre el fondo turquesa del cielo y el gris azulado de las sierras, es un espectáculo único, de belleza singular. La brisa que juega con las nubes moldeando sus masas informes a su antojo y me roza la cara invitándome a divertirme con ellas. De a poco, paso a paso, el día agoniza, en cuentagotas, la luz huye lenta y sutil hacia el oeste... y mi lógica analítica con ella también se va lacónica, como polvo que se lleva el viento, esta satirizadora de leyendas que impide a los duendes reír y jugar conmigo se va; ya no esta conmigo. Estando al fin libre, y suelto, la sonrisa impera en mi rostro. Comienza la noche y sus duendes emergen por doquier; el inmenso cielo azul, que todo lo abarca y todo lo ve, me recibe como a un viejo amigo, cómplice de mil historias.  Al estilo Juan Salvador Gaviota vuelo sin rumbo, sólo por el placer de volar, hasta que, sin saberlo, me cruzo con un loco recuerdo que vuela casual y errante por el lugar, este conoce el camino hacia una dimensión en cual es posible encontrarte, sin dudarlo un instante lo sigo; llego hasta el limite, una etraña puerta, y la cruzo, del otro lado me encuentro en una fiesta, es aire libre, en un parque de cuidado césped cercado por un bosque de pinos y una escalinata en la entrada de un palacio; aunque el cielo esta despejado, un vientecillo con fragancia a ozono me recuerda la frescura de la lluvia, el resplandor de la luna llena permite ver que hay mucha, mucha y linda gente, se sonríen unos a otros, una alegre amabilidad sobresale, y la música sonando, que extrañamente es vals vienes, marca la cadencia del clima de buena onda que domina el ambiente. La belleza de femenina es general, pero como siempre observo que hay a mi alrededor para sacar a bailar primero a la que me gusta más. La mejor es una rubia de estupenda forma que me da la espalda y a pesar de que no le veo el rostro la encuentro especialmente hermosa, tiene un aire, un aura, no sé como llamarlo, tiene algo intangible que la hace más atractiva; me acerco y mi corazón galopa como caballo salvaje, presiento tu cercanía... toco tu hombro desnudo y te das vuelta con tu habitual sonrisa angelical, de inmediato pronuncio las palabras apropiadas en alemán para invitarte a bailar y agradablemente accedes a mi petición sin tener que insistir demasiado; sin embargo me sorprendo muchísimo al observarte de cuerpo entero y ver que estas vestida con un largo vestido de seda aterciopelado de color rosado, adornado con finos encajes, estas preciosa, así, como una dama europea de fines del siglo diecinueve, pareciera que tenés sangre azul, ya que sos más elegante que cualquier miembro de la aristocracia. La sorpresa aumenta aun mas cuando me veo a mi mismo vestido de militar, con uniforme de gala de oficial prusiano, de la época de Von Bismarck. Cuentos de los bosques de Viena, voces de primavera, vino mujeres y canto, Danubio azul, ... etc. flotan en el aire ambientándonos con jovial vitalidad. Te tomo por la cintura con una enorme sonrisa y la mirada soldada a tus ojos comenzamos a bailar como si fuéramos eximios patinadores artísticos nos deslizamos veloz y graciosamente sobre la pista que ya no es de césped, es de hielo, así haciendo un giro tras otro, dando vueltas, hacemos parecer fácil lo que en realidad es difícil, bailamos con ganas por la propia belleza del acto mismo por sentirnos bien al ver al otro irradiar alegría espontáneamente, se entrelazan nuestras miradas estableciendo una autopista de comunicación bidireccional cuyos términos son inexpresables con palabras. Es tan maravilloso que a mi parecer Strauss dió vida a esta combinación de sonidos tan sólo para que al mezclarse con nuestras formas y movimientos brote esplendor y magia de la nada. Un haz de luz de luna se posa sobre tus ojos y sus destellos brillan en forma singular sobre el fondo oscuro de tus pupilas, es un instante que dura un siglo, me extasío al poder observarlo. Tu sonrisa me dice que si, y te acerco más a mi pecho sin perder el gracilidad de los movimientos, sin embargo la escena me parece que avanza cuadro por cuadro interminablemente, te beso en los labios, en ese instante el vértigo me invade, toda la atención de mi ser se concentra en el tacto de mi boca, siento cada milímetro cuadrado de tus labios con viva emoción, un mar adrenalina fluye a través de mis venas; es que si tus labios toman contacto con los míos se produce una reacción química, esta alquimia me hace sentir que he encontrado la utopía, que no hay nada mas importante en el universo. Nos separamos un poco para vernos la cara y mirarnos a los ojos, es un momento de sublime éxtasis,  percibo tu mirada que me busca nuevamente con dulzura; sin resistencia vuelvo a ser tuyo y te beso otra vez, el humor líquido de tu boca es agua bendita que bautiza mi alma convirtiéndome en tu adorador, sin buscarla, imprevistamente he encontrado la fuente de la juventud eterna, a partir de ahora sólo tengo que lograr que quieras besarme y besarte para obtener una renovada dosis de inmortalidad. Ahora escapa a través de mis labios hacia ti mi espíritu, mi esencia, mi cuerpo queda vacío en un acto de locura consiente, te doy lo mejor que tengo a cambio de tu presencia. Seguimos así por tiempo indefinido flotando en el aire como ondas sonoras, formando parte de la música ... quien sabe por cuanto tiempo ... hasta que me pedís un minuto para luego reencontrarnos.
          Te espero largamente y no apareces, sin darme cuenta de a poco la nube que nos envolvía se desvanese, te sigo esperando y no apareces, luego comienzo a impacientarme, te busco por todos lados y quiero encontrarte cada vez que veo una rubia que me da la espalda y a pesar de que cuando me acerco sé que no sos vos, no me doy por vencido hasta verle la cara. Recorro varias veces el lugar, pero es vano, no puedo encontrarte, me cruzo por doquier con conocidos y conocidas, pero vos no estas... Salgo, llego a la esquina y doblo, entro a otro boliche, les miro el rostro a cada uno de los que allí están, pero a quien busco no la encuentro. Voy al pub que esta a media cuadra y empiezo de nuevo el ritual para encontrarte, pero no tengo suerte esta vez. Salgo a la calle camino un par de cuadras y entro a otro lugar donde repito el acto infructuosamente. Y así voy de un lado al otro por todos los boliches y pubs te busco, te busco y te busco... en la calle me sorprende una gélida ráfaga de viento, este con su oscuro frío trae de  regreso a la realidad material, recordándome de inmediato que la manija de cerveza que tengo en la mano la debo beber antes de que se entibie. De vuelta en la materialidad física, suspiro al recordarte, con una sonrisa en los labios, pienso que entre otras cosas las posibilidades son reales ya que hoy es sábado, la noche aun no empieza, Nueva Córdoba me espera y la esperanza de encontrarte se torna tangible en el aire; no sé como ni cuando,  sólo sé que en algún
lugar te encontraré.
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